La razón fundamental para escribir este texto era confrontar el concepto de ecoaldea, como modelo social alternativo al sistema capitalista, con otros modelos existentes basados también en la idea de comunidad, con la intención de mostrar sus ventajas y sus límites, su viabilidad como modelo real y sus posibilidades para acoger a un importante número de personas que, carentes de grandes creencias y de excesivos compromisos teóricos, son capaces, sin embargo, de apostar por un estilo de vida diferente, comprometiéndose en la práctica con un día a día sin duda difícil y no exento de riesgos. No son cuatro locos, ni marginados sociales –aunque bienvenidos sean unos y otros–, tampoco son élites privilegiadas por su situación económica y exclusivamente preocupadas en aumentar su bienestar, son gentes normales, con las normales preocupaciones de quien no soporta más el ritmo de vida que nos impone la sociedad actual. Vivir en una ecoaldea es su forma de lucha, a la vez que no es más que su forma de vida. Sus intereses, deseos, ambiciones, son sin duda diferentes unos de otros, su manera de plasmarlos en la práctica, también. Su coexistencia en un mismo espacio sólo será posible si somos capaces de agrandarlo en intensión, ya que no en extensión. El reto futuro de la humanidad es aprender a convivir en la diversidad y en espacios pequeños, tantos como somos. La ecoaldea me parece el espacio ideal para dicha convivencia, pues recoge en un mismo lugar –sigo con las palabras de R. Gilman– todos los aspectos importantes para la vida, integrándolos respetuosomante en el entorno natural, y apoyando formas saludables de desarrollo. Por eso creo que es el futuro.