Para empezar por lo más simple, es claro que una ecoaldea tiene especialmente en cuenta los aspectos “eco” en su desarrollo: agricultura eco-lógica, eco-construcción, industrias no contaminantes ni dañinas para la salud, materiales naturales, depuración natural de aguas, energías renovables, reducción del transporte, etc. Es ésta la gran aportación del ecologismo y, aunque parezca incomprensible, todavía muchos colectivos que tanto reivindican la lucha social o la recuperación de las cualidades espirituales del ser humano, no se han percatado de la importancia de incorporar estos aspectos en su vida diaria, ya que no de asumirlos como parte de su lucha o de sus reivindicaciones. Algo que creo debe quedar claro es que el conservacionismo (del entorno, de la biodiversidad) no es más que una parte de la lucha ecologista. La mayoría de las reivindicaciones ecologistas tienen una repercusión claramente social: se lucha por mejorar nuestra calidad de vida, favoreciendo la recuperación y conservación de entornos no degradados en los que poder vivir, exigiendo una alimentación sana con productos adecuados a un clima y a un lugar determinado, evitando el consumo desproporcionado de energía y de agua para disminuir el impacto sobre el medio y para que ambos elementos sean accesibles a todo el mundo, y no sólo para nosotros, privilegiados seres del primer mundo.
Otra cuestión que conviene precisar: es cierto que en torno a lo “eco” se está creando toda una industria que ofrece nuevas tecnologías que añadir a nuestras “eco-vidas” y que en ciertos casos sigue las pautas del capitalismo más estricto. Una casa que incorpore lo más “in” en ecotecnología puede estar fuera del alcance de la mayoría de la gente, y las comunidades que se formen exclusivamente según estos “eco-principios” no pueden ser de ninguna manera un modelo alternativo válido, que ha de ser necesariamente accesible a todos. Sin embargo, conviene matizar. Ni todas las empresas que ofrecen productos ecológicos siguen pautas capitalistas, funcionando muchas de ellas con un modelo cooperativista y no lucrativo, como es el caso de SEBA (Servicios Básicos Autónomos, interesados en la electrificación en el medio rural desde un modelo de autogestión), ni toda la ecotecnología es inaccesible para la mayoría de la gente, como lo demuestra la existencia de grupos como la TIA (Tecnología e Investigación Alternativas) que ofrecen la posibilidad de dotarse de numerosos artilugios caseros (neveras, cocinas y hornos, calentadores, molinos, etc.), que funcionan con energías renovables, a partir del reciclado de cacharros de la basura. De la misma manera, en bioconstrucción lo importante no es tanto recurrir a materiales artificiales novedosos como recuperar las viejas técnicas tradicionales con materiales locales. Y en cuanto a la energía eléctrica, sea solar, eólica o hidráulica, se trata en todo caso de utilizar la tecnología existente de manera autónoma y autogestionada, evitando engancharse a la Red (cuya existencia justifica la construcción de enormes pantanos o de parques eólicos masivos, en lo que las grandes compañías entienden por seguir la tendencia “eco”). Las ecoaldeas son comunidades ecológicamente sostenibles y eso implica una autosuficiencia energética, la construcción con materiales y técnicas locales, el uso racional de los recursos existentes en la creación de pequeñas industrias o artesanías, una agricultura que ha de ser necesariamente permacultura, etc.